jueves, 26 de junio de 2008

La historia de Pancho, Cap. XX, El fin de la historia.

Mi viaje frustrado a España y la renuncia a mi trabajo, fueron vitales para que yo pudiera terminar mis estudios de derecho. No tenía alternativa, había renunciado a mi trabajo, no había salido del país y me encontraba en medio de la nada, con una pensión que apenas me podía sostener en las necesidades mas básicas, a esto hay que agregar, que estudiar derecho es muy exigente y no le permite realizar actividades laborales paralelas, si quiere realmente titularse.
Pasé de todo, sin dinero, sin amigos, dedicado únicamente al estudio, y para colmo de males, mi relación de pareja ya nunca fue igual, a partir de mi frustrado viaje a la madre patria. Así y todo pude terminar mis estudios, hacer la practica y rendir el examen de grado. Nunca me lo hubiera imaginado, obtuve una de las mejores notas, que se han dado en muchos años. Al fin ya era abogado, ahora buscar trabajo, o formar una oficina donde ejercer libremente la profesión. Nada de fácil.
Fue un periodo muy largo, lleno de sacrificios, por que opté por lo último, ejercer en forma liberal la profesión y de ahí hay que ganar terreno, centímetro a centímetro, nada es gratis en esta vida. Pero al fin, era abogado, lo que siempre había querido, desde que terminé la enseñanza media y ahora a los 49 años lo lograba, habían pasado treinta años, mis sueños de estudiante se habían cumplido después de aplazarlos tantos años.
De a poco fui ganando clientes y después de los cuatro años, ya podía decir que tenía una pequeña cartera, que me permitieron algún pequeño desahogo económico.

Mi vida afectiva, tambaleaba, cada día era peor, o le le veía una salida. Por fin decidí que debía ponerle fin, pero no me atrevía a vivir solo. Ahora como buscar una persona si aún tienes tu pareja, eso era el problema.

La idea, que se me vino a la mente, era buscar primero, si esto resultaba, romper el compromiso y seguir con la pareja que encontrara, pero ésto era tremendamente difícil y muy riesgozo. Nadie con buenas intenciones sale con un hombre emparejado que le prometa que luego va a terminar una relación. Así no funciona. Pero yo decidí arriezgarme. Como podía hacerlo, no podía ponerme un letrero y salir a la calle, "busco pareja", me interesaba conocer muchas personas y elegir una perfecta, que reuniera todas las cualidades, de una mujer soñada, esto es, bonita, inteligente, profesional, culta, y por sobre todo que fuera autosuficiente en el aspecto económico. No quería hacerme de nuevas cargas, ya daba por hecho que al separarme debía cumplir con mis compromisos como padre.
Cual sería la solución, no la encontraba por ninguna parte, hasta que leo una revista en que narran experiencias de personas que se conocieron a través de internet. Esta es la mía así lo dije, busqué una página adecuada y mandé mis datos, un poco adornados de cualidades extraordinarias y exigiendo que quien me contestara debía reunir exactamente los requisitos de la mujer soñada.
No pasaron mas de diez días cuando un día reviso mi correo y habían mas de treinta personas que mandaban sus datos y querían contactarse conmigo, al otro día otras treinta o cuarenta, nunca supe cuantas me mandaron sus fotos, curriculum, etc. De todas partes, Argentina, Colombia, Venezuela, Brasil, y por supuesto de Chile.
Decidí eliminar todas las propuestas de otros paises y aceptar solamente de coterraneas, especialmente de Santiago y de las regiones mas cercanas. Seguían llegando mensajes. Hasta que decidí que sólo aceptaría candidatas de Santiago y de las comunas de Providencia, Las Condes y Vitacura.
Ahora me dedique a conocer a las postulantes, chateabamos unos días y después decidiamos juntarnos. Todas un poco exageradas en lo que decían de sus personas, flacas que eran gordas, feas que eran bonitas para mi gusto, altas que no eran tal, en realidad una fauna bastante hetereogénica. Ninguna de las conocidas cumplian los requisitos, yo pensé esto no vale la pena y a lo mejor me equivoque. No mas.

Un día y revisando mi correo, encuentro uno que me llamó la atención, una persona de Vitacura, profesional, buenamosa, independiente. No se porque, pero me dió la corazonada que valía la pena conocerla. Efectivamente valió la pena, nos conocimos, de inmediato nos gustamos, y con decirles que al año y medio estabamos casados con todas las de la ley. Llevamos cinco años y nunca nos hemos separado ni un sólo día.
Amigos, el amor existe, hay que buscarlo, al fin llega. Y colorin colorado, este cuento se ha acabado. Un abrazo para todos, muchas felicidades y ojalá que mi historia, sirva de luz a quienes buscan una salida en la vida. Hasta siempre, Pancho del Sur.

miércoles, 25 de junio de 2008

La Historia de Pancho, Cap. XIX, Viaje frustrado

Llegamos a Concepción, no podía creerlo, nuevamente en sus brazos, nos hicimos el amor una y otra vez, no se de donde saque tanta vitalidad, afortunadamente era fin de semana y no estaba apremiado por tiempo. Pasaron dos días y no me atrevía a contar mi nueva vida, sobre la pareja que tenía, mi pequeño hijo, pensaba que podría romper el encanto y que ella quisiera volver a España y no poder disfrutar de su compañía. Eso me partía el alma, por un lado sabía que estaba siendo infiel con mi nueva pareja y por otro que tampoco estaba siendo sincero con la visita. ¿que era lo mejor?, eso era mi mayor incertidumbre. Bueno, el lunes tuve que trabajar, así que debí bajar las revoluciones y acostumbrarme a verla sólo al mediodía y en la noche, mi trabajo era muy exigente , especialmente como Jefe de Policía en una ciudad grande como Concepción.
Pasó una semana y yo ya había tomado una decisión, contar toda la verdad y esperar su reacción.
El domingo nos fuimos a una playa cercana y le conté todo lo que pasaba, todo sobre mi pareja, mi pequeño hijo y mis planes futuros.
Su reacción fue distinta a lo que me imaginaba. Solo le interesó saber si todavía la amaba. Ante la respuesta afirmativa, me hizo saber que eso era lo único que le interesaba y que estaba dispuesta a compartir su vida conmigo, pero en España. Yo ese año había ingresado a estudiar derecho en la Universidad de esa ciudad e irme a España no estaba en mis planes. Mas sabiendo que no era autosuficiente, ya que no era profesional, en alguna actividad que pudiera ejercer en Europa. Eso me asustó mucho.

Pasó así la primera semana, luego vino la segunda, la tercera, la cuarta y así sucesivamente, mi amiga seguía en Chile y yo tenía un compromiso que no había disuelto, mi pareja y mi hijo que vivían en Santiago. Ni siquiera los había podido visitar en casi dos meses, pues mi tiempo lo tenía dedicado a atender a mi visita . Ahora también necesitaba aclarar mi situación con esta persona, ¿que le diría?,. que se me apareció de repente el amor . ¿Sería suficiente?, ¿que sería de mi pequeño hijo?, lo podría volver a ver, eran las preguntas que no me dejaban dormir . Cuando enfrentaría esa situación, era otra pregunta que me hacía.

En el mes de Febrero y después de mas de dos meses de amor intenso, y darle vueltas al asunto, acordamos que renunciaría a mi trabajo y viajaría en Abril a España. Todo estaba decidido, pero cuando rompería el compromiso con la madre de mi hijo, era otra situación que me angustiaba. Como había una fecha fija, el rompimiento debía hacerlo, inmediatamente mi visita abandonara Chile.
Enfrentarme a ella, fue lo mas difícil, me sentía un cobarde, un canalla, iba a abandonar un hijo y me iba detrás de una ilusión, sería lo correcto, esto me atormentaba.

Como no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, llegó la hora de la verdad. La madre de mi hijo muy conmocionada por lo que le acababa de contar. Sólo le había dicho, que había renunciado a la Institución que me cobijó por tantos años y que me iría a vivir a España, pero sólo y que ella no estaba en mis planes.

Esto la exitó muchísimo y practicamente me obligó a contarle todo, desgraciadamente, no pude ocultar detalles y en buen chileno, "me fui con todo el carrete", es decir le conté todo sobre la venida de mi amiga española y mi compromiso con ella. Estalló la guerra, llantos, gritos, insultos, amenazas, de todo lo imaginable.
Después de todo y una vez se hubo calmado un poco, tiró la bomba "ESTOY ESPERANDO UN SEGUNDO HIJO TUYO", me quería morir, pensé que ese era mi castigo por mi mentira, quedé deshecho, como si todo el peso del cielo hubiera caído sobre mis hombros, no lo podía creer.
Por unos buenos momento quedó atónito, desorientado, jamás me esperé algo así. Lloré como un niño, el mundo se me derrumbó. No podía irme y dejar todo botado, podía haber dejado a un hijo, pero ahora no podía dejar a dos. Ese mismo día tomé la decisión. NO ME VOY, pasé lo que pase me quedo en Chile. Así lo hice y nunca mas he vuelto a España. No me hablaron en casi un año. En noviembre siguiente, nació mi hijo, el mas querido de todos, el que me hizo renunciar al amor y aquí estoy, hoy ya tiene dieciséis años. Lamentablemente, la vida en pareja con su madre no la pude mantener y debí separarme, busqué un nuevo amor y esa será otra historia que contar. Me quedaron dos hijos maravillosos.

La historia de Pancho, cap. XVII, El reencuentro

No hay plazo que no se cumpla y mi estadía en el viejo mundo llegaba a su fin, después de un mes de recorrer las principales capitales y ciudades europeas. Llegué a Santiago era invierno, me pareció todo tan feo y gris, la gente se veía triste y le encontré a todos cara de indígenas.
No cabía dudas que estaba enamorado, mi novia española me despidió en el aeropuerto y apenas pisé suelo chileno, la estaba llamando. Después comenzamos a escribirnos, practicamente una carta por día, encomiendas casettes, con grabaciones etc., etc. Esto duró poco mas de un año, pero la distancia mata al amor y nuestras cartas se fueron distanciando. Yo había vuelto a mi trabajo y me encontraba de nuevo avocado por completo a él.
Pasaron cuatro año y al menos hacía dos años que no tenía noticias de mi amiga española. Había hecho un curso para jefe de la institución y fui trasladado a Concepción.

Un día y encontrándome un poco deprimido, ya que por razones profesionales no pude viajar con mi pareja a Concepción, la que había encontrado después de mi regreso de España. Decidí escribirle para saber de ella, ya que a pesar del tiempo era algo que no podía borrar de mis pensamientos y era que en el fondo seguía enamorado.

Grande fue mi sorpresa, cuando habiendo pasado unos quince días, me avisan que tenía un llamado de larga distancia, específicamente de España. Mi corazón dio un vuelco, supe enseguida quien me llamaba y efectivamente era ella. Nos reencontramos ese día, nos llamamos al día siguiente, al subsiguiente, etc. etc., hasta que habiendo transcurrido una semana me avisa que tiene pasajes para Chile y que llega un día el sábado. No podía creerlo, mi pecho estaba hinchado de felicidad, la vería nuevamente, habían pasado mas de cuatro años, como estaría, como me encontraría ella a mi. Pero en el fondo, lo que temía era que yo ya no estaba sólo, tenía una pareja en Santiago y un pequeño hijo de dos años. Como volver todo atrás, que podría hacer, como de una plumada borrar todo y dejar en el instante en que nos despedimos en el aeropuerto de Barajas. El destino me tenía preparada sorpresas.

Llegó a Santiago, yo la esperaba desde hacía varias horas. La vi y la encontré mas hermosa que nunca, estaba radiante, yo me encontraba pequeñito en comparación suya y hasta me encontraba feo, ¿como podía haber hecho que esta mujer tan estupenda se fijara en mí y ahora estuviera en Chile?, eso pensaba cuando un grito me saca de mis pensamientos y corre hacía mi, me abraza, me besa una y otra vez, llora, me vuelve a abrazar. Yo estaba un poco confundido y no me atrevía a expresar mis sentimiento, pues sabía que escondía un secreto, mi nueva pareja y mi hijo pequeño.
Parece que ella no notó nada, solo me hablaba y sonreía, haciéndome saber lo feliz que estaba de haber llegado a Chile. Nos volvimos a Concepción, yo tenía muchas aprehensiones. Diría la verdad o no.

La historia de Pancho, Cap.XVI. Viaje a España

Quién lo diría, apenas conocía Pucón, luego Villarrica, Santiago, y ahora estaba en España, la entrada a Europa. A mi llegada a Madrid, se me pasó toda mi vida por la mente, el lugar tan inhóspito donde nací, mi vida con los animales, el campo, las caminatas a pié para ir al colegio y ahora la vida me daba la oportunidad de conocer otro mundo. Luego tendría una audiencia especial en que saludaríamos al Rey de España. De donde la sacaste Puconino, diría un lolo de esta época. Pero la vida es así, hay que tomarla y agradecer las oportunidades que nos da.

Tenía vida de internado, desde las 9.00 hrs. del día lunes hasta las 18.00 horas del día viernes, después podíamos viajar a distintas partes.
Los becarios, teníamos una amiga española que nos recibía en su casa los fines de semana y por lo general el primer tiempo y sin conocer mucho, casi todos la frecuentaban. Era una bondadosa dama de sociedad española, que se había encariñado con Chile y atendiendo a los becarios retribuía las atenciones recibidas en nuestro país.

Recuerdo que un día domingo y habiendo pasado unos seis meses de mi llegada a ese país, en el almuerzo que compartíamos con los hijos y familiares mas cercanos de esta dama, me tocó sentarme enfrente, de una distinguida señora, de un treinta y cinco años, yo tenía como 32. Ella de inmediato reparó en mí y empezamos a conversar, llegaron los postres, el café, los bajativos y nosotros sin pararnos de meza seguíamos conversando. Yo estaba encantado, me gustaba mucho oírla hablar, con el acento de los españoles, además de que era muy hermosa. En un momento, miramos la hora y eran aproximadamente las cinco de la tarde, todos demás comensales se habían levantado y ya no quedaba nadie en el comedor. Ahí de inmediato me dí cuenta, que esta mujer era lo que siempre había buscado, elegante, distinguida, inteligente, estupenda, con una tremenda personalidad, muy segura de si misma.
Me contó que vivía cerca de Barcelona y que tenía dos hijos y se encontraba divorciada. Lo sabía todo, para que mas. Como las española son directas, antes de despedirnos me invitó a que la visitara en próximo fin de semana en Barcelona. Por supuesto dije yo ahí estaré, no podía dejar de pasar esa tremenda oportunidad.

Llegó por fin el día, alrededor de la medianoche tomé el tren a Barcelona, llegando de madrugada. Por supuesto, me esperaban en el anden.

Me llevó a su casa, y a media mañana recorrimos el lugar donde vivia un pueblo pequeño distante unos sesenta kms. de Barcelona. Ese día yo estaba en las nubes, mi anfitriona se esmeraba en atenderme, almorzamos en una restaurante ubicado a un costado de una carretera, muy típico y luego volvimos a su casa, yo a todo esto, no sabía como había que tratar a las españolas y se me pasaban mil cosas por la cabeza, pero no me atrevía ni siquiera a insinuar nada, era demaciado mina para mi, pobre Pancho del Sur. Llegó la tarde del sábado y caía la noche. En verano la brisa era fresca y había bajado un poco el calor. Me llevó en auto hasta un mirador desde donde se divisaba las luces de Barcelona y todo el pueblo donde ella vivia. Ella estaba muy fresca, vestía una batita de una tela muy delgada que se le apegaba al cuerpo, dejando ver, un tremendo cuero, como decimos los chilenos. Yo temblaba de ganas de tocarla, pero no me atrevía, hacía movimiento tratatando como en un descuido rozar partes de sus muslos que ella hbía dejado al desnudo, ya que había puestos sus piernas dobladas sobre el asiento y volvió hacia mi, para conversar. A esa altura, ya no me interesaba el paisaje, sólo mirarle las piernas y lo que dejaba ver su escote, pero estaba como paralogizado, no me atrevía a nada. En resumen, Pancho no atinaba.

Llegaron otros autos y me dí cuenta que era un lugar para pololear, pero nada de nada. Una y dos horas y yo ahí, inmóvil, hasta que en un momento, ella reacciona mi dice "Juan Francisco, coño, tiendeme en la hierba y cógeme" Ahí por fin reaccioné, y eché afuera todo lo que tenía guardado desde hacía seis meses. El domingo no nos levantamos, nada mas que para llegar a la estación de trenes y volver a Madrid. Pancho por fin pudo apechugar, y quedó bien parado, según supe después, ya que este romance se mantendria por muchos años, aún después de mi vuelta a Chile, país que ella conoció, en mi compañía. ¿Que les pareció esa?, cachetón no.

martes, 24 de junio de 2008

La historia de Pancho, cap. XV. La Escuela

En una semana, tenía definido mi destino, sería oficial de Carabineros. Como me crié en el campo y como mi padre era muy estricto, adaptarme a la disciplina de la Escuela de Carabineros, me costó muy poco. No fui muy bueno para estudiar, pero aprobé las materias sin grandes dificultades, me destaqué en gimnasia y equitación, ya que practica mente había nacido sobre un caballo, años mas tarde representaría a la Institución en esa disciplina deportiva.

En Santiago no conocía a nadie del sexo opuesto, así que pasé todo el tiempo sin pololear, hasta que llegó la ceremonia de egreso de los oficiales nuevos y nos obligaron a concurrir a la fiesta de gala con nuestras respectivas pololas. Yo, como no tenía polola a quién podía invitar para que me acompañara a la fiesta, era mi gran problema. Mi apoderado, me contactó con una niña que trabajaba con él en el Hospital. Esa sería mi compañera para la fiesta.

Llegó el día esperado, yo no conocía a mi acompañante, ya que sólo había hablado por teléfono con ella y habíamos acordado juntarnos a una hora determinada para llegar al baile. Llegó la hora y mi compañera no aparecía, hasta que muy avanzada la noche, llega en un taxi, pero ya no era hora de llegar, pues todos se darían cuenta de mi atraso a ese mi primer compromiso social. Decidimos no ir. Me pareció bastante bonita, mucho mejor de lo que hubiera imaginado y mas despierta que todas las niñas que había conocido en el Sur. Tampoco yo le resulté indiferente y a poco andar iniciamos un romance, que terminó en matrimonio años mas tarde, y quién sería la madre de mis tres hijos mayores.

Suerte la mía, vino mi graduación y me destinaron a la comuna de San Miguel, a pocas cuadras del domicilio de mi polola, así que en mi vida sentimental no hubo mayores cambios, hasta que en el año 73 contraje matrimonio.

Mi vida institucional, se desarrolló sin mayores contratiempos, fui muy disciplinado, eso me ayudó mucho, ya que rápidamente me destaqué por esa cualidad entre mis compañeros de trabajo y fue así como me destinaron como jefe de destacamento, al sur del país.

Ya como capitán y con varios años de servicio, mi vida matrimonial, que no era compatible con las exigencias de la institución empezó a flaquear. Desgraciadamente me había dedicado por estero a mi trabajo, descuidando mi relación de pareja, lo que finalmente termina por la separación.

En esas circunstancias, se me ofrece una beca al exterior y nuevamente el destino me puso a la misma persona que me recibió cuando ingresé a la Institución, ya que con un puesto muy importante en alto mando institucional, decidiría nuevamente mi destino. Se me concedió la beca, viajé a Europa y aquí tuve la suerte de conocer otra mujer que me marcó para siempre y que será motivo de otra historia.

lunes, 23 de junio de 2008

La Historia de Pancho, cap. XIV., La Prueba

Rendí la prueba de aptitud, me fue malito, con una poca o nula preparación, mal podría haber rendido. En esa época no habían preuniversitarios, ni nadie preparaba para el examen. Quería estudiar derecho, pero de a donde, apenas saqué 560 puntos y lo mínimo lo exigía la Universidad de Chile, y era 740 puntos. Pude haber estudiado alguna pedagogía, pero eso no me atraía y decidí volverme al campo y ayudar a mi padre en sus tareas con el aserradero o el fundo que administraba. La decisión estaba tomada, me quedaría en el campo.
Habían pasado las fiestas de fin de año y llegó a mi casa un amigo de mi padre con su familia, de visita por unos días. A él le contó mi padre el resultado de la prueba, mi imposibilidad de estudiar derecho y mi decisión de quedarme en el campo. El de inmediato se opuso o que me quedara en el campo y se comprometió a llevarme a Santiago, lograr mi ingreso a alguna Universidad o a una escuela de las fuerzas armadas, ya que yo no me podía perder con el potencial que tenía.
Sacrificó este señor sus vacaciones y viajó conmigo a Santiago, yo la ciudad mas grande que conocía era Concepción y nunca pensé llegar a Santiago. La encontré grandisíma y estaba como asustado por el movimiento, la cantidad de gente y de autos que transitaban por las calles, fuera de los edificios tal altos que nunca había visto.

Llegamos a la casa de unos amigos de Clemente, así se llamaba este bondadoso señor. La dueña de casa profesora y el marido médico internista de origen japones. En esa casa estuvimos varis días, mientras Clemente averiguaba en las Universidades posibilidades para mi ingreso, cuando a un almuerzo nos encontramos con un Oficial de Carabineros de visita, vestía traje de montar, era alto y se veía impresionante con su uniforme, yo primera vez que veía a un Carabinero de cerca, nunca había tenido posibilidad de ver ninguno. Al enterarme de que andábamos en busca de una oportunidad de ingreso a las fuerzas armadas o a la Universidad, me recomendó ir a la Escuela de Carabineros, ya que se habían abierto inscripciones para llenar una vacantes del curso de Aspirantes a Oficiales-

Fuimos a la Escuela de Carabineros, hablamos con el Oficial encargado de estos curso, un oficial del grado de mayor nos recibió, era el segundo Carabinero que conocía en mi vida. Era un hombre que impresionaba con su postura, alto, con lentes de piloto, botas de montar. Me interrogo de donde venía y grande fue mi sorpresa cuando dijo que conocía la zona y él había sido Jefe de la Unidad de Carabineros de Pucón y conocía a la mayoría de los habitantes y especialmente a mi familia, que era gente de fiar.

Me preguntó por antecedentes que traía, no andaba con nada, sólo mi carne de identidad, pero sacó la cuenta que reunía los requisitos y que podía juntarlos en algunos días y acompañarlos mas tarde.

Al día siguiente, me encontraba rindiendo examen con alrededor de 100 postulantes de diversas partes del país. Pasé las pruebas sin mayor problema, solamente quedaba el examen de natación, yo no sabía nadar y estaba parado al borde de una piscina olímpica y en la parte mas profunda. Tocan el pito y todos se tiraron al agua, y yo también. No supe cuanto tiempo pasó, pero al rato me encontré al borde de la piscina, donde me hacían resucitación y me daban los primeros auxilios, me rescataron cuando me estaba ahogando y había caído como piedra al fondo de la piscina. Por mi valentía me dieron por superada la prueba y así, a los pocos días, me contaba entre los seleccionado para integrar el curso

La historia de Pancho, Cap. XIII, La nueva casa

Ese año a mi padre le ofrecieron hacerse cargo de la administración de un gran fundo en la zona, lo que cambió radicalmente nuestra vida sencilla que llevábamos. Como les conté al empezar el relato, vivíamos en un lugar distante a 7 kms. del camino internacional y frente al que hoy es el aeródromo, casi en la mitad de un cerro. Teníamos una casa pequeñita con las mínimas comodidades y desde ahí mi padre salía a hacer sus negocios, especialmente el trabajo en elaboración de maderas y explotación de bosques. El fundo que administraría papá tenía alrededor de 2.000 hás., y su principal actividad sería la crianza de ganado normando, para carne, además de una pequeña actividad en siembras de cereales y forraje. Mis padre ya se habían cambiado hacía un par de meses, cuando tuve la oportunidad de conocer mi nueva residencia. Quede impresionado, la pequeña casa de mis padres, se había transformado ahora en una enorme caserón de unos trescientos m2., un gran patio, bodegas galpones, maquinarias, muchos caballos y casas de inquilinos alrededor.
Recuerdo que esta casa, estaba equipada con el amoblado de sus antiguos dueños y que mi madre, acostumbrada a una vida modesta, se negaba a ocupar y la mayor parte del tiempo, sólo pasaban en la cocina, que era como toda la casa antigua y que habían habilitado como comedor. La vida transcurría en ese lugar, un par de dormitorio que ocupaban y resto de la casa permanecía sin usar, salvo cuando celebraban alguna fiesta, que lo hacían en el comedor de la casa, que tenía capacidad para veinte personas sentadas. Luego rápidamente mi madre, limpiaba de nuevo, ordenaba todo y su vida, volvía a reducirse al comedor cocina. Yo me sentía plenamente satisfecho, recorría la casa de arriba a abajo y contaba a mis amigos con lujo de detalles el lugar donde ahora estaban viviendo mis padres. La situación económica de mis papás cambió, pero ellos, siguieron la vida modesta que llevaban, sin grandes cambios.

Mi padre al verano siguiente, nuevamente concurrió al aserradero, pero ahora iba y volvía rápidamente, sus nuevas obligaciones no le permitían dedicarle mas tiempo, de todas maneras, la zona había cambiado mucho y ya empezaron a llegar camiones, que trasladaban la madera hasta Pucón y de ahí a lo centros de comercialización. Ahora los viajes a la cordillera, los hacíamos en camión, cuando un vehículo subía a buscar madera, ese nos pasaba a buscar y el viaje que demoraba más de un día a caballo, lo hacíamos en unas dos horas.
Recuerdo, que en uno de estos viajes, mi padre que hacía las veces de policía, veterinario y doctor, le avisaron que un trabajador estaba muy enfermo y fuera a verlo. Después de interrogarlo, llegó a la conclusión que lo que tenía, era que estaba trancado, (en el bosque, había comida una gran cantidad de maqui) eso produce que se forme un gran bolo en el intestino grueso, que las personas no pueden obrar. Este hombre hacía alrededor de cuatro días que no obraba, tenía fiebre y estaba muy hinchado.
Mi padre dio el diagnóstico y propuso la solución. Debería ser sometido a un lavado de estómago-
Prepararon un gran ubre de vaca que usaban en esa choza para almacenar provisiones, la llenaron con agua jabonosa, desde el pesón de la ubre, pusieron una manguera y luego al final un canuto se sicuta, untado con grasa de carreta y se lo introdujeron en el ano. El hombre hinchado y que no obraba en cuatro días, rugía de dolor, cuando le soltaron el agua que empezó a entrar por el trasero de este pobre hombre. Mi padre dirigía la operación, hasta que en el momento, el hombre lanza un alarido, sale un tapón duro como una roca y el resto del excremento blando salta sobre los asistentes, el doctor Pancho y sus ayudantes. El hombre, inmediatamente se sintió aliviado, pero la experiencia la vivimos por varios días con el olor que quedó la ropa que llevábamos puesta.

Muchas veces, papá debió hacer de policía, ya que se producían robos y peleas entre los trabajadores, el buscaba y encontraba al ladrón, lo amarraba y lo llevaba al cuartel de Carabineros mas cercano, 50 kms. del lugar. Varias veces se produjeron homicidios, mi padre capturaba al hechor y lo entregaba a la policía.

En una oportunidad, llegaron al lugar unos individuos que huían de otros que los perseguían. Se refugiaron en nuestra casa. Le avisaron a mi padre y el entra, ambos portaban grandes machetes. Al verlo quedaron paralizados, los toma a ambos del pelo, los alza en vilo y golpea sus cabeza como quién toma dos zapallos y los azota contra sí, desmayados los saca al exterior y deja sobre el camino. El resto de la banda al ver ésto salió huyendo y nunca mas se supo de ellos.

Sería mi último viaje al aserradero, luego terminaría mi enseñanza media y quedaba la ceremonia de licenciatura.
Me entregaron mi licencia secundaria. Mi papá estaba feliz y muy orgulloso, el apenas aprendió a leer y escribir, nunca fue a la escuela.

En esa oportunidad, hizo una gran fiesta e invitó a todos mis compañeros, al fundo que administraba, a celebrar. Hizo matar una vaquilla y hubo asado por doquier para todos mis compañeros. Lo pasamos estupendo. Esa fue la última oportunidad que compartí con mis compañeros de curso. A algunos nunca mas volví a ver. Ahora faltaba que diéramos la prueba de aptitud académica la PAA, que era la primera vez que se daba en Chile, antes había bachillerato-

domingo, 22 de junio de 2008

La historia de Pancho, cap. XII

Mi amante furtiva como la llamaba, marcó tremendamente mi sexualidad y mis conducta con el sexo opuesto. Recuerdo que me costó mucho, adaptarme a no cometer imprudencias con mis nuevas conquistas, en esa época era muy mal visto las relaciones sexuales prematrimoniales y las niñas bien, aspiraban a llegar virgen al matrimonio. Yo con apenas 17 años, tenía experiencia de sobra, que ya se la hubieran querido hombres de pelo en pecho. Casi un año, fui prácticamente un esclavo sexual al servicio de una mujer casada. Hoy en día y al recordar aquellas cosas se me paran los pelos, ya que hoy, si alguien hiciera algo así lo secan en la cárcel.
Recuerdo, que era tanto el abuso que me sometió que a veces y mientras preparaba la comida, pelaba porotos o papas, sentada en la meza, me llamaba y me hacía mirar por debajo de la meza. Estaba sin calzones y me pedía que le hiciera sexo oral, mientras preparaba la comida. Se imaginan la escenita, (una mujer preparando la comida, sentada alredeor de una meza, con las piernas abiertas y un muchacho, haciéndole sexo oral). Ahora y visto de la perspectiva de adulto, esta mujer era una pervertida, una corruptora de menores.
A mi ya no interesaba asistir a clase ni estudiar, sólo pensaba en el sexo y para dármelo, me condicionaba a que le hiciera sexo oral, en distintos lugares, mientras cocinaba en la meza del comedor, en la cocina, en el baño, etc., etc., y sólo después de eso, accedía a que yo la penetrara. Pero afortunadamente, luego pude volver a la realidad, salirme de su circulo y rehacer mi vida como un joven normal.

Ese verano como siempre, acompañé a mi padre al aserradero, ya yo era un joven mayor, tenia misiones de supervisor y mi papá me pagaba por ello.

Volví en Marzo al liceo y a mi nueva pensión, estaba encantado, las dos hijas de mi apoderado eran muy lindas, su señora una dama muy cariñosa, así es que mi estadía se hizo muy agradable. Cultivamos una amistad muy sincera, especialmente con la menor de ellas, que se mantuvo con los años y que guardo un especial cariño..

sábado, 21 de junio de 2008

La historia de pancho, Cap.XI, La acosadora

Ese año no supe como pasé de curso, me lo llevaba en la calle, tenía mucho miedo de volver a esa casa y encontrarme con mi acosadora, sobre todo, por lo que había escuchado y leído. Noticias de crímenes pasionales y pensaba que si el dueño de casa me pillaba con su mujer, podría matarme, eso me aterraba.



Afortunadamente llegó el verano y con ello las vacaciones, no tenía mayor interés en volver a Villarrica, ya que fuera del acoso que estaba sufriendo, mi polola me había pateado, para colmo de males.

Ese verano me reencontré con mi primo, el era ya todo un hombre, había vivido unos años en Concepción y veía la vida de manera diferente, ya no era el compesino que yo conocí en mi infancia.
Compartíamos dormitorio y una noche le conté lo que me pasaba con la señora de la pensión, pidiéndole que me diera consejos y me ayudara. Su reacción fue brutal, se enojó muchisimo conmigo, ya que un hombre de verdad no actuaba de esa forma con las mujeres y menos un hombre de nuestra familia. A las mujeres había que darle lo que pidieran, se refería al sexo, no dárselo era como demostrar flaqueza. Derecha mente me preguntó si era maricón, o si me gustaban los hombres. Enseguida hizo que me bajara de la cama y le mostrara el pene y muy enojado me dice "trae esa cuestión pa aca", me lo toma en sus manos y de un movimiento brusco, me echa el prepucio hacia atrás, dejándome el glande al descubierto y con gotas de sangre que me escurrían. Me gritó enojado, ahora ya eres hombre y actúa como tal, cuando esa mina quiera, tu le vas a dar. Después me dio una larga charla sobre sexo y lo bien que se pasaba, si uno era bien macho.
Me sentía avergonzado, le encontré toda la razón, había sido un mariquita y había sufrido en vano, ya que pude haberla pasado muy bien.

Después de esta charla y con una nueva perspectiva de lo sucedido, esperaba con ansias que terminara el verano, para sumirme en los brazos de mi supuesta amante.

Por fin llega marzo y el comienzo de clases, yo todo entusiasmado pensaba que llegando mi acosadora se colgaría de mis brazos o me visitaría en la noche, nada mas errado, estaba absolutamente cambiada, ni siquiera me miraba y su trato era muy frío, eso me desconcertó. Estaba enojada, la perdí para siempre, ya no le gusto, era para molestarme, y mil cosas.
Los meses pasaron lentos, trataba de hablarle y sólo me respondía con monosilábos, si no, sin darme tiempo a que le preguntara cosas.

Un fin de semana que no fui al campo, y mientras hacía tareas en un escritorio que me habían habilitado para hacer mis trabajos, pasó por detrás de mi, me tocó los hombros, me hizo cariño en el cuello y al oído me preguntó "todavía estas enojado conmigo". Como un resorte respondí, que nunca había estado enojado con ella, mas bien tenía miedo. Nuevamente se acercó a mi oído y me dijo, "esta noche tengo para ti una sorpresa".
Muy nervioso, esperé la llegada de la noche, supe que el dueño de casa, había salido fuera y solo estábamos los niños pequeños, ella y yo.

Apenas se obscureció yo estaba en la cama, recordaba lo que me había dicho mi primo y me imaginaba una y mil cosas. El tiempo transcurrió lento, sentía el movimiento de ella en la cocina, los niños ya estaban durmiendo, hasta que en un momento, siento que se apagan las luces del primer piso y empieza a subir la escalera, yo estaba profundamente editado, pasó por el lado de mi cama y me preguntó si estaba despierto. Asentí con la mano, no me salía la voz. No se cuanto tiempo transcurrió, pero a mi me pareció una eternidad, cuando siento que se abre la puerta y aparece con una bata corta y en calzones y sostenes, se introduce en mi cama y me empieza a acariciar. Estaba duro como un garrote y tremendamente nervioso. Se quita los calzones y me pone encima, yo creo que no pasaron dos minutos y ya había eyaculado, fue una sensación muy extraña, alegría, placer, descanso, todo en una misma vez. La mujer seguramente no alcanzó a nada y después de abrazarme y decirme que eso era todo y que no era tan terrible, se fue a su cama. Me dormí profundamente, no creo que serían mas allá de las 21.00 horas. Aún no amanecía, cuando la sentí que nuevamente se metía en mi cama. Ahora un poco mas relajado, la relación duró un poco mas y al menos la disfruté.
Bueno ahora tenía un amante, tenía sexo gratis, cariño y atenciones preferentes. Mi vida nuevamente dio un vuelco, ahora, no me importaba volver a la casa, sino que al contrario, se me transformó en un vicio. Habían días que tenía tres o mas veces sexo, en la mañana al mediodía y en la noche.

Ya no viajaba al campo los fines de semana, tampoco, me interesaba salir a la calle, sólo que mi furtiva amante, requiriera mis servicios. Todo esto fue minando mi estado físico, tenía una ojeras, que me las chuteba, pero estaba feliz. El estudio ya no me interesaba y solo trataba de no repetir el año, por no enojar a mis papás.
Pero todo lo bueno tiene un fin, y lo mio también lo tuvo. Supe la noticia que la familia, se trasladaría a Temuco, al dueño de casa, le ofrecieron cargo de director de una escuela y no lo podían rechazar.
Para mi fue terrible, parece que me había enamorado, tenía sólo 16 años y las dos mujeres que había conocido me abandonaban, no lo podía creer. Pero así fue. Antes de terminar el año, mi padre ya me había encontrado otro lugar. La casa del dueño de una zapatería, que tenía dos hermosas hijas. Esa es otra historia.

viernes, 20 de junio de 2008

La historia de Pancho, cap.X, Expulsado

La expulsión del internado, fue lo mejor que me pudo haber pasado. Mi papá, ante la media embarrada, la primera, que me mandé, debe haber estado mas sensibilizado con lo que le había contado, sobre las penurias que pasé en el internado del cura Antonio, que no hizo mayor cuestión y asumió que me tendría que cambiar de colegio. En todo caso, ya nuestra relación se había hecho muy estrecha, con los constantes viajes, varias meses de estrecho contacto, incluso dormíamos en la misma cama, por lo que habíamos creado un vínculo muy grande que se mantendría hasta el día de su muerte.

Estábamos a mitad del año, y después de que me hubo presentado a mis nuevos apoderados, una pareja un poco dispareja, ella de unos 32 años y dos niños de corta edad, él un hombre mayor, calculo unos cincuenta años, de pelo cano, profesor de un colegio de enseñanza básica. Me recibieron muy bien y todo cambió para mí, podía transitar libremente por la ciudad, que me pareció inmensa y solamente tenía restringida la hora de llegada en la noche, ya que que nunca tuve llaves de la casa, así que siempre llegaba temprano, además de que no había mucho que hacer en ese tiempo y todos se acostaban temprano, salvo cuando de vez en cuando iba al cine.
Ella era dueña de casa y las comidas bastante buenas, ya nunca mas quedé con hambre y me sentía libre, como cuando estaba en el campo.

Me fui de vacaciones, ese año y ya pasaba al segundo de humanidades, todo un éxito para la gente del lugar donde vivía, que escasamente habían terminado la escuela primaria. Mis ansias de aprender no se calmaban, sabía palabras en inglés y en francés y me vanagloriaba de ello, además de que me había aprendido todas las capitales de América y Europa y hacía apuestas con la gente que me conocía, que podían preguntarme cualquier capital del mundo y yo le respondería.
Recuerdo que, viajé con mi padre nuevamente a la cordillera como el le llamaba al lugar donde tenía el aserradero. Yo a esa altura me creía lo de ser el hijo del patrón y abusaba un poco de ello, ya que los demás muchachos me rendían pleitesía y organizaba las excursiones.

Volví a clases, directo donde mis nuevos apoderados, ya yo tenía 15 años, el colegio ese año cambió de dirección y se hicieron cargo unas monjas, transformándose en un colegio mixto. Nunca había tenido la oportunidad de compartir con mujeres, salvo con mis primas, Emita y Herminda. Esto me gustó mucho, y parece que no era mal parecido, ya que al poco andar ya tenía polola, mi primera polola.
Parece que el primer amor mata, porque fue con puntada, ya se me quitaron las ganas de viajar al campo y muchas veces inventé tareas para volver rápidamente al día siguiente y sencillamente no ir. Mis papás, que estaban acostumbrados a tenerme en casa todos los fines de semana, se empezaron a extrañar por mi conducta, que se les aclaró cuando un día después de la salida de clases, me encuentro a boca de jarro, con mi padre, y yo tomado de mano. Mi papá llegó contando a casa, cual era la razón de que no quería volver al campo y que según él, yo estaba ciego, porque una niña me tenía que conducir de la mano.

La había experimentado los primeros contactos con una persona del sexo opuesto y eso me hacía un poco mas seguro.
Un día encontrándome sentado a la meza empañado de los dueños de casa, un pie desnudo se deslizó por entre mis pantalones, no podía creerlo, era la señora de mi apoderado, quién se había quitado el zapato y me tocaba con la punta del pie, por debajo de los pantalones. Me quise morir, primero de susto, porque me podían pillar y por otro lado, me daba vergüenza, ya que quién me provocaba era una persona mayor a quién yo tenía mucho respeto, además que no se me había pasado por la mente, que ella se pudiera fijar en mí, ni menos yo en ella. La verdad que esta situación me incomodó mucho. Pero esto se siguió repitiendo. Parece que ella gozaba de mi situación de apremio y del hecho que yo no pudiera defenderme o decir algo, hasta que un día y encontrándonos sólos, iba a salir a la calle y ella me bloqueó la puerta y tomándome de los hombros me atrajo hacía ella, yo estaba rojo como tomate, no sabía que hacer, pero como pude me resistí hasta que me dejó salir a la calle. Ese día llegué muy tarde y tuve que golpear la puerta, sentía mucha vergüenza. Ella me abrió la puerta y me reprochó por lo tarde que llegaba, yo ni siquiera me atreví a mirarla y sin comer, me fui a mi dormitorio. Algo andaba mal, presentía que esto no tendría un buen fin, me sentía inseguro, asustado y perturbado, no podía pensar bien. No tenía a quién contarle lo que me pasaba, menos a mis papás.
Los días transcurrieron lentos, se me hacía pesado volver a la casa y nuevamente sentía los pies por debajo de los pantalones, hubo ocasiones que incluso, cuando se sentaba al lado mío, bajo cualquier pretexto bajaba las manos y me rozaba los genitales. Eso ya para mí era terrible, ya que no me causaba ninguna exitación, al contrario me daba muchisimo miedo y no sabía como controlar.

Una noche, mi dormitorio que estaba en una especie de sala de estar al lado de la escalera en el segundo piso, y a la pasada para el dormitorio matrimonial, siento que la puerta se abre y entra una figura femenina, con una larga camisa de dormir y decirme nada, echa mis tapas hacía atrás, se sube la camisa y se sienta sobre mis partes intimas. El marido estaba en el primer piso y se sentía tocaba guitarra. Yo ante esta situación, no me atrevía ni siquiera a respirar, por miedo a que pudiera aparecer y encontrarse en esa situación. Sentí sus partes húmedas sobre mis piernas, pero el terror que sentía era mayor, así que no me atreví ni a moverme. Parece que ella se dio cuenta, de mi situación y después de tocarme con sus manos, se bajó de la posición en que se encontraba y se fué desilucionada a su cama.
Esa noche no dormí nada, todo lo que me había pasado era poco, ahora ésto, no sabía si era mejor haberme quedado interno, que pasar por esto.
Después me contaré el epílogo., chao.

jueves, 19 de junio de 2008

La historia de Pancho, cap. IX, El Maquinista

El verano transcurrió muy rápido y sumido en la melancolía volví con mi padre a Pucón, sabía que en pocos días debía volver al colegio, al internado que odiaba, pero no me atrevía a contar nada a mis padres, que seguramente querían lo mejor para mí, pero no se habían detenido a pensar si yo era feliz en ese lugar.
El año escolar comenzó, yo ya estaba mas grande y me hacía respetar por los recién llegados, había conocido al hijo de un amigo de mi padre, que llamaban el maquinista, ya su papá lo visitaba en moto y el la manejaba al interior del patio del colegio, siendo la admiración de todos.
Este papá visitaba a mi nuevo amigo casi todas las semanas y siempre me invitaba a comer algo de lo que llevaba, así es que ya no lo pasaba tan mal. En algunas ocasiones don Ovidio, me dejaba algunas monedas y me traía recados de mi casa, pero jamás supe porque no me visitaban o lo hacían tan alejadamente.
Ese año pasó rápido, sin mayores cambios que los que le he contado, la rutina casi era la misma. Eso sí, yo había cambiado en mi carácter y peleaba constantemente con mis compañeros. Alguien me dijo que yo era bueno para los puñetes y eso bastó para buscara camorra muy seguido, afortunadamente siempre pegaba primero y nadie se atrevía a enfrentarme. Yo siempre contaba con la ayuda del Maquinista, que no se separaba de mí.
Ese año se terminaba la educación primaria obligatoria y mis padres debían decidir, si iba al liceo o me quedaba en el campo. Al parecer la decisión fue que debía estudiar, porque al otro año, sin consultarme, me matricularon en el internado del Liceo de Humanidades, colegio también de curas, que estaba cargo del cura Toro, todo un personaje.

La lata es que otra vez iba a estar interno, y esta vez serían seis años, era como cumplir condena, pero la decisión estaba tomada y no me quedó mas remedio que resignarme y someterme a una nueva disciplina, que afortunadamente no era tan terrible como la del cura Antonio de la Escuela Internado Misional.

Fuera de los ramos que ya conocía, el estudio abarcaba inglés y francés, eso me encantó conocer otras lenguas para mi era fenomenal y me esmeraba por aprender lo mas posible.

El primer año de humanidades, concurrió sin mayores contratiempos, aquí nos daban permiso los fines de semana para volver al campo y viajar a casa de nuestros padres, así que la carga era menor.
El año siguiente, fue igual y no hubo mayores novedades, llegó el verano y yo viajé nuevamente con mi padre, pero esta vez montando mi propio caballo, que me daba un estatus superior, ya había crecido bastante, a pesar de ser de contextura delgada, pero mi papá se esmeraba en comprarme ropa buena así es que me veía distinto a los hijos de los trabajadores del aserradero y ahora era yo quién manejaba al grupo y organizaba los juegos y excursiones.

Pasó el verano, y de vuelta al colegio, yo ya había contado todo lo que había sufrido en el primer internado así es que mi madre se esmeraba en mandarme periódicamente cosas para comer y visitarme mas a menudo.
Habían transcurrido algunos meses y llegó el día de San Juan, mi medre fue a verme, me llevó un gran pavo asado, galletas, tortillas y galletas. Cuando se fue me dejó dinero.
Esa noche, quisimos celebrar mi Santo, me llamo Juan Francisco, pero me llamaban Pancho. al igual que a mi papá. Compramos una botella de Cinzano y esperamos que se durmieran, la gran parte de nuestros compañeros de pieza y nos reunimos en mi cama como seis de mis mas cercanos. Comimos pavo, galletas, tortillas y empezamos a beber el Cinzano, yo primera vez que bebía ese tipo de licor, pero a alguien se le ocurrió que era bueno y por eso lo compramos.
Ya con unas copas en el cuerpo, empezamos a tirar los huesos a la cabeza de los que dormían, después que a uno de los nuestros se revolviera el estómago, vomitando a la entrada del baño, la cosa se empezó a poner seria. Ya había signos de de desorden, pero lo que rebalsó el vaso fue que, decidimos pintar con betún negro la cara de los que dormían para ver sus reacciones al día siguiente.
Al otro día y al levantarnos, quedó en evidencia lo que habíamos hecho, los muchachos con las caras pintadas, huesos de pavo por todos lados, el vómito a la entrada del baño, etc. El Inspector de turno nos formó y preguntó por los autores de tal descalabro, yo salté inmediatamente y enseguida, mis demás amigos que habían compartido la celebración del santo.

Fuimos trasladados a la oficina del padre Toro, quién nos suspendió de clases y nos ordenó que volviéramos con nuestros apoderados.

Mi padre era un hombre muy estricto, pero la reprimenda no fue la que esperaba y se mantuvo en calma, acompañándome al día siguiente, ala entrevista con el padre Toro.
Este le contó con pelos y señales lo que había ocurrido y nos comunicó que a contar de esa fecha eramos expulsados del internado, pero asimismo podíamos seguir asistiendo a clase como alumnos externos. Fue lo mejor que me pudo pasar. Mi padre, que tenía una propiedad en Villarrica, me llevó a donde sus arrendatarios y ahí me quedé de pensionista. Eso da para otra historia.

La historia de Pancho, capitulo VIII, viaje a la cordillera

Ese verano mi papá cumplió su promesa y al día siguiente me llevaría a Cordillera, esto es, la frontera con la república Argentina, distante unos 90 kms. de Pucón. Todo lo que necesitaba para el viaje y la estadía de un mes, me cupo en una pequeña bolsa que mi padre amarró sobre la silla de su caballo. Recuerdo que salimos como a las cuatro de la mañana, había una luna llena que iluminaba como de día el camino y reflejaba la figura del caballo de mi papá y la mía en una larga sombra. Estaba feliz, me gustaba mucho conversar con mi papá ya que siempre tenía anécdotas que contar, ya fueran cosas que le ocurrían a él o las historias de mi abuelo, que había sido militar y que había peleado en Revolución de 1891, por las fuerzas de Balmaceda.

Llevábamos unas alforjas con comida, tortillas, huevos cocidos y uno o dos pollos asados que había preparado mi mamá para tan largo viaje. Yo iba en las ancas del negro, un caballo inmenso, seguramente de raza percherón, por lo grande que era, mi papá parecía un gigante en ese caballo, además de que era un hombre de 1.80 mts. y de mas de 100 kgs. de peso.

Al poco andar yo que iba atrás y al lado de las alforjas, ya había sacado un huevo cocido, luego otro y otro, además de probar las tortillas que todavía estaban caliente, que nos había preparado mi mamá.

Recuerdo que como a las dos de la tarde y después de haber cabalgado como ocho horas seguidas, llegamos un clandestino que vendía vino y comida para los pasajeros, en esa época, el camino no era para vehículos, y estos llegaban hasta unos diez kms. más atrás. Esa fue la primera parada, todavía siento lo que me costó poder caminar, ya mi pequeño cuerpo montado en las ancas de un tremendo caballo y mantenerme por horas con las piernas tan abiertas, hizo que se me acalambraran.

Mi padre era conocido del lugar y ordenó que le prepararan una cazuela de gallina y mientras esperaba, le trajeron un jarro con vino y a mi una guinda nobis. Me pareció deliciosa, nunca la había probado.

Después de dos horas de descanso, continuamos nuestro camino, ya nos detuvimos, nada mas que para hacer nuestras necesidades biológicas, hasta que como a las 12.00 de la noche, y después de haber subido una gran cuesta, llegamos a un campamento, que se asemejaba a una tribu siux, que había visto en las revistas de cawboys. Había una gran empanada, las instalaciones de una aserradero con el locomovil que aún humeaba y a su alrededor una cincuenta chozas confeccionada con madera en forma de A, y de las cuales aparecía una pequeña luz producto del fogón que ardía en su interior. Varias personas salieron a recibir a mi padre. Le atendieron el caballo, soltaron la montura y bajaron nuestras pertenencia, que trasladaron una casa mas grande, distinta al resto, por que era similar a las construcciones que yo conocía, era amplia y sin ventanas, sólo se habrían una tarimas para que entrara la luz y una puerta con una gran tranca en su interior, era la casa del patrón, todos lo llamaban así, algunos los menos le decían don Pancho, pues se llamaba igual que yo.

Instalado en la casa, una señora que ayudaba a mi padre, preparó mi cama, yo creo apenas me quité los zapatos y ya estaba durmiendo. No se cuanto tiempo transcurrió pero creí que apenas me había dormido, cuando un atronador ruido me hizo despertar de un salto, mi padre ya se había levantado y entraba a la casa, era el pito del aserradero que llamaba a los trabajadores a iniciar la jornada. Después supe, esta empezaba a las 6.00 de la mañana.

Ese día, me levanté y la señora que atendía a mi padre, me preparó un desayuno consistente en harina tostada frita en un sarten, huevos revueltos y leche, además de tortilla de rescoldo, me pareció delicioso.

Estaba ansioso por saber que ocurría en el exterior. Eran un mar humano en actividad, la maquinaria sonando, hombres acarreando madera en hombros y haciendo castillos con ella; carretas que llegaban con trozos de madera para aserrear; el ruido de la sierra que partía los troncos; otros que acarreaban aserrín y lo amontonaban en una gran pila a cien metros de las maquinas y que corrían con unas carretillas por una especie de entarimado; hombres que con una enormes herramientas apilaban los troncos que con bueyes llevaban al aserradero.
Mi padre estaba en todas partes impartiendo instrucciones y vigilando, su figura era inconfundible, vestía distinto a los trabajadores, que calzaban ojotas de cuero y algunos una sandalias de goma de neumáticos, además de sombreros muy raídos y chombas de lana de oveja.
El al contrario, hasta se veía elegante, botas de cuero hasta la rodilla, con grandes correas , que cubrían parte del pantalón, sombrero que se veía casi nuevo en comparación con el de los trabajadores y un gran revólver que colgaba de su cintura, que yo me imaginaba a John Wayne.

Todos los niños se juntaban junto a la ruma de aserrín y se deslizaban por el como en una gran duna, de primero me miraban como atemorizados, pues ya habían sido advertidos por su padres, que había llegado el hijo del patrón y que debían cuidarme y respetarme, pues si algo me pasaba, iban a sufrir la ira de mi padre. Pero de a poco me aceptaron y pude incluirme en su juegos.
El tiempo pasó volando, encontré entretenidos a los nuevos amigos y todos los días haciamos cosas nuevas, corríamos ladera abajo en carromatos de cuatro ruedas que manejabamos con los pies, salíamos a pescar una río que pasaba muy cerca, buscábamos frutillas silvestres, cazábamos lagartijas, en fin mil cosas. Luego, le contaré mas.

La historia de Pancho, capitulo VII. El Ventana

Llegó el segundo verano y nuevamente sentí la alegría de llegar a mi casa, llenar mis pulmones de aire fresco, correr entre los arboles, corretear con mi perro, salir a pescar, creerme Tarzán entre la selva (yo ya había leído algunas revistas de este héroe que llevaban los alumnos externos).Mi primo había terminado de estudiar, creo que llegó a quinto básico, quinto preparatorias de esa época, así es que me encontré con el en esas vacaciones. El era mi héroe, montaba como un centauro y yo lo miraba embobado su destreza para correr apenas con un saco y pequeño lazo en un hermoso alazán, que según mi padre era salvaje.Este caballo se llamaba El Ventana, tenía una especie mascarilla negra sobre la frente y de ahí que le colocaron ese nombre. El Ventana había sido de propiedad de un vecino, que para no sacrificarlo, lo regaló a mi padre, ya que tiempo atrás, y mientras cabalgaba su único hijo hombre Edgardito, éste caballo se habría encabritado, votándolo al suelo, falleciendo el lugar producto del golpe. El hecho fue muy comentado en todo Pucón, pero nadie sabía que el caballo había sido regalado a mi padre.Mi papá dejó el caballo en una especie de isla que la formaban dos ríos y nos prohibió acercarnos a ese animal que era un asesino de hombre. Imaginen se un caballo en que por año, no le corten la cola, las pezuñas y la tuza, se veía impresionante cuando solo galopaba en círculos por la isla.Mi primo, sin que nadie supiera, escondido de mis padre, tomaba ese caballo, que según él era muy manso y galopaba por horas, como un ángel alado. De vez en cuando y mientras yo lo miraba, accedía a darme una vuelta a las ancas del corcel. Ahí era la felicidad completa, yo me aferraba a la cintura del jinete y dábamos vueltas y vueltas, hasta que el caballo, cubierto de sudor, empezaba a resoplar y pedir descanso.Ese año, mi padre que trabajaba por temporadas fuera de casa, vino a vernos y me ofreció llevarme con el por unos días al lugar cerca de la frontera donde trabajaba en la explotación de bosques fiscales a concesión

miércoles, 18 de junio de 2008

La historia de Pancho, capitulo VI.

Llegó el segundo verano y nuevamente sentí la alegría de llegar a mi casa, llenar mis pulmones de aire fresco, correr entre los arboles, corretar con mi perro, salir a pescar, creerme Tarzan entre la selva (yo ya había leído algunas revistas de este héroe que llevaban los alumnos externos).

Mi primo había terminado de estudiar, creo que llegó a quinto básico, preparatorias de esa época, así es que me encontré con el en esas vacaciones. El era mi héroe, montaba como un centauro y yo lo miraba embobado su destreza para correr apenas con un saco y pequeño lazo en un hermoso alazán, que según mi padre era salvaje.



Este caballo se llamaba El Ventana, tenía una especie mascarilla negra sobre la frente y de ahí que le colocaron ese nombre.

El Ventana había sido de propiedad de un vecino, que para no sacrificarlo, lo regaló a mi padre, ya que tiempo atrás, y mientras cabalgaba su único hijo hombre Edgardito, éste caballo se habría encabritado, botándolo al suelo, falleciendo el lugar producto del golpe. El hecho fue muy comentado en todo Pucón, pero nadie sabía que el caballo había sido regalado a mi padre.

Mi papá dejó el caballo en una especie de isla que la formaban dos rios y nos prohibió acercarnos a ese animal que era un asesino de hombre. Imaginen se un caballo en que por año, no le corten la cola, las pezuñas y la tuza, se veía impresionante cuando solo galopaba en circulos por la isla.

Mi primo, sin que nadie supiera, escondido de mis padre, tomaba ese caballo, que según él era muy manso y galopaba por horas, como un ángel alado. De vez en cuando y mientras yo lo miraba, accedía a darme una vuelta a las ancas del corcel. Ahí era la felicidad completa, yo me aferraba a la cintura del jinete y dabamos vueltas y vueltas, hasta que el caballo, cubierto de sudor, empezaba a resoplar y pedir descanso.



Ese año, mi padre que trabajaba por temporadas fuera de casa, vino a vernos y me ofreció llevarme con el por unos días al lugar cerca de la frontera donde trabajaba en la explotación de bosques fiscales a concesión

LA HISTORIA DE PANCHO, Cap. V.

Recién llegado del campo, lo que mas me impresionó fue la elegancia de los profesores, muy pocas veces había visto a hombres de terno y corbata, menos mujeres con peinados y trajes mas formales que el modesto vestido de mi madre. Recuerdo al Sr. Dourels, a doña Melania, al Sr. Espinoza, al Cura Palus, que después supe se casó. Dentro del colegio se rumoreaba que Dourels con doña Melania eran amantes, pero seguramente era la imaginación de niños, nunca yo vi nada.

Como casi no tenía amigos, no recuerdo a ninguno, aprendí a jugar al trompo, a las bolitas con una destreza que era admirada por mis compañeros. Llegué a juntar como 1000 bolos, que gané al pique y cuarta y a la ratonera, que era una tabla con varios hoyos que daba premio al que lograba meter desde lejos una bolita por ese agujero. Vendía bolitas y polcas, y así pude comprarme los primeros dulces. Mis padres pocas veces que me visitaron, nunca me dejaron plata, seguramente pensaban que no lo necesitaba. Pero yo me había hecho campeón en el trompo y jugaba con mis compañeros apostando monedas y golosinas.

Al segundo año de internado, salí de las tareas de pelar papas y me trasladaron a hacer aseo en la Catedral, ahí aprendimos que cuando teníamos hambre podíamos acceder a un cajón en la sacristía y comernos las hostias sin consagrar, que se guardaban de reserva. También había una pieza donde se guardaba queso y dulce que llegaba de empresas internacionales de caridad y que supuestamente era para repartir a los pobres, pero los curas la usaban para ellos y los profesores, de vez en cuando nos daban una tajada de dulce de membrillo o una rebanada de queso. Así el cambio no estuvo malo para mi hambriento estómago, a pesar de que debía virutillar una cantidad interminable de reclinatorios.

La historia de Pancho, capitulo IV

El enano Collín, quedé en contarles la historia del enano Collín.
Recién llegados al internado y como al segundo día, el padre Antonio Schmith, que era el director del Colegio, (prisión de niños pobres), nos presentó a un personaje, que al verlo nos causó impresión y risas, que rápidamente fueron cortadas por el cura Antonio, que nos dijo "mirra mirra, silencio todo el mundo", y nos presentó al Sr. Collin, el sería la persona encargada de formarnos y conducirnos a las actividades extra programáticas.
Collín debía medir un metro diez como máximo, ya que era casi de mi porte, un poco mas bajo, con una espalda de hombre normal, pero sus piernas y brazos, habían alcanzado la mitad de su desarrollo. Tenía una gran cabeza y aspecto mapuche.
Sin conocerlo y una vez se hubo hecho cargo de nosotros, nos cuidaba en los recreos, nos llevaba a las distintas tareas que cada grupo tenía asignada. De hecho verlo nos causaba risas y empezamos a reirnos de él, hasta que en un momento, tomó a uno de nuestros compañeros, lo alzó en vilo y lo dejó caer al suelo, fue tran brutal, esta demostración de fuerza, que en futura nadie que atrevió mas a molestarlo. También se encuchaba, que Collín abusaba sexualmente de varios de nuestros compañeros, pero todos hacían vista gorda, incluso los curas, a quienes les llegaban esas noticias.

Por fin, terminó el año escolar y pude llegar al campo, nunca podré imaginar la alegría que sentí de ser libre nuevamente, subirme a los cerezos que estaban rojos de fruta madura y comer encaramado en lo mas alto. Después correr por el campo, bajar al estero, gritar a todo pulmón frente a un murallón para escuchar mi eco y salir a correr con mi leal perro Compañero. Eso era vida, no la prisión que mi padre sin intensión y con el propósito de educarme me llevó. Nunca dije nada de lo que pasé en esa escuela o internado, creí que la voluntad de mi padre no se podía discutir.
El verano pasó rápido y nuevamente volví a la rutina, a sumirme en la pena y el abandono.
Dias enteros esperaba la visita de mis padre, a otros los visistaban, mi papá seguramente muy ocupado, no pensaba que yo necesitaba verlo, pero era así, en las noches lloraba en silencio y sentía que otros comían dulces, galletas y otras golocinas que les llevaban sus papás, seguramente yo era retraído o muy tímido, porque nunca tuve amigos y siempre me mantenía solo. Era el resultado de ser hijo único y haber estado tan lejos de mas compañía que los animales.

Mi vida había cambiado, recuerdo que le pidieron a papá comprarme ropa adecuada para el domingo. Mi primer terno, era azul, esperaba colocarmelo el domingo, con camisa blanca, como mis compañeros, recuerdo que fuimos a comprarlo, lo llevé al internado y en colgador lo dejé frente al respaldo de mi cama. Todos los días lo miraba y no hallaba las horas que pasaran los días y llegara el domingo estrenarlo. La noche del sábado no dormí, eran las cuatro de la mañana y yo estaba despierto, esperando que llegaran a levantarnos para ponerme mi terno nuevo.

Llegó la anunciada hora, todos se empezaron a vestirse con sus mejores trajes y yo saqué el mió. Grande fue la desilución al comprobar que la chaqueta nueva y el pantalón tenían un tremendo hoyo. Lo había dejado colgado justo en la salida de un ratón y este se había ensañado con mi terno nuevo. Ese día sólo pude lucir mi camisa blanca y los zapatos nuevos. Una monja se compadeció de mí y le cortó las piernas, y con ellas remendó la chaqueta, quedando con un terno con pantalón corto, siendo el hazmereir de todos mis compañeros que contaban lo que me había pasado con mi terno nuevo.

La historia de Pancho, capitulo III.

Cuanto añoraba el campo, la libertad, las flores, los animales, en aquella prisión de niños pobres.
La rutina de lunes a viernes era la misma. La levantada a las 6.30 horas, misa de siete, desayuno y clases hasta las dos de la tarde, almuerzo y nuevamente clases hasta las 6.00. Cena a las siete, recreo de quince minutos y estudio hasta las 9.00 P.M. De ahí directamente a la cama. Los dormitorios eran enormes, dormíamos mas de cincuenta niños en cada uno, eran dos, separados los mas pequeños de los mas grandes y cada uno con un profesor que tenía su pieza en un extremo y era quién imponía la disciplina en la noche, que era muy estricta, nadie podía hablar. Si este profesor te sorprendía, tenía una varilla de mimbre y con ella, te golpeaba, levantando la tapa de la cama. En esas condiciones nadie se atrevía a decir nada.

El fin de semana era otra cosa, el día sábado, era un día de mucha actividad. Se repartían las tareas, limpieza de dependencias, patio, hortalizas, entrada de leña y ordenamiento de grandes pilas, para las cocinas y calderas que eran inmensas.
Estas actividades duraban hasta las cinco y media, después había que prepararse para el día domingo que era fiesta de guardar. Ahí venía el baño obligatorio, los mas grandes jabonaban a las mas pequeños, pelo, orejas, piernas y brazos. Decías algunos que estos baños eran aprovechados por los mayores para abusar sexual mente de los pequeños, yo no tuve esa experiencia.
El día domingo era solemne. Se levantaba a las 7.30 horas, desayuno y misa a las 10.00 horas. Era un gran acontecimiento, podíamos ver a otras personas, mirar a las niñas del colegio Santa Cruz y disfrutar de un almuerzo que un poco mejor que los días de semana.
El domingo en la tarde era día de paseo, el colegio tenía un predio, de mas o menos una hectárea, a orillas de un estero y muy cerca del lago. Ahí jugábamos, eran Tarzán entre lianas de un pequeño bosque y yo volvía a oler la naturaleza de la había sido arrancado. Eso duraba hasta las 18.00 o 19.00 dependiendo la estación y después volvíamos caminando al internado, en fila de a dos. Para mi era como volver a la cárcel.
Así transcurrieron tres años, que se diferenciaban entre el año escolar y las vacaciones de verano, que volvía a mi añoraba casa.
Sin saber porque, cuando llegué al internado, sin saber cuanto sabía, el cura determinó que debía estar en 4º básico, por mi edad y ahí quedé, nunca supe lo que habían aprendido mis compañeros, que seguramente era mucho mas de lo que pude aprender yo en la escuelita de campo, lo único que descubrí después es nunca nadie me enseñó a dividir, eso lo aprendió en tercero de humanidades, en que pedí a un compañero que me enseñara ya que sin ello no podía resolver otros problemas de matemática y física.

Mas adelante, les contaré la historia del Enano Collín. chao, hasta pronto.

martes, 17 de junio de 2008

La historia de Pancho, Cap.II, El Internado

Pasé dos años, subiendo y bajando el cerro, hasta que mis padres se dieron cuenta que era mucho el sacrificio para mi asistir a esa escuela, debido a la distancia que debía recorrer diariamente y mi corta edad.
Por un vecino supieron que la ciudad de Villarrica, Pucón era un villorrio, hablo del año 54, que había un colegio de curas, que a cambio de cereales y productos del campo, recibían en calidad de internos, a niños de los alrededores y de escasos recursos. El director era el Padre Antonio Schmith y lo secundaba el cura Anselmo.
Primera vez que salía de Pucón, no conocía Villarrica, me pareció grandisima, lo mismo que el colegio y la Catedral.
El padre Antonio, alemán, mantenía una disciplina militar. A su llegada todos temblábamos, porque al menor ruido, sacaba a un asustado muchacho, lo hacía inclinar el tronco y le aplicaba feroces golpes, con un aparato que el llamaba "el chanchito", siempre amenazaba diciendo "el chanchito tiene hambre y eso significaba que a uno de nosotros nos sacaba adelante y repetía el ejercicio, tres cuatro o cinco golpes, a tres o cuatro niños. Yo tampoco me salvé, varias veces y por lo más mínimo probé el ardor del chanchito en mis glúteos, pero nadie decía nada, así era la vida y punto.

Otra cosa era el cura Anselmo, el turno era por semanas, había una semana a cargo de Antonio y la otra a cargo de Anselmo. Este llegaba en moto, una moto inmensa, WMW, negra, cuyo ruidoso motor nos advertía de su llegada. Este cura no tenía el famoso chanchito del padre Antonio, su arma secreta era la lleve de la moto. Esta tenía una parte de fierro gruesa, que se la ponía entre los dedos y con esa, al mas leve ruido la dejaba caer, sobre nuestras peladas cabelleras. Nos cortaban el pelo casi al rape y sólo dejaban un moñito, paro tener de donde mechonearnos, según los curas.
La levantada era a las 06.30 horas, media hora para el baño, con agua fría, no había agua caliente y después a la misa de 7.00, hasta las 7.30. De ahí, a tomar desayuno. Un jarro de café de higos y un pan con mantequilla o dulce de membrillo y después a clases, desde la 8.30 a las 14.00 horas.
El almuerzo lo esperábamos con ansias, ya que como el desayuno era poco y la levantada tan temprano, a las dos de tarde era un gran trecho para estómagos vacíos y hambrientos .
Después del almuerzo, teníamos un recreo de dos horas y a trabajar.
Nos separaban por equipos, algunos los mas grandes, trabajaban en la huerta, otros hacian aseo en el edificio enorme de cemento y otros los mas chicos como yo, nos mandaban a pelar papas, kilos y kilos, mas o menos para 100 personas.
El lugar era el mas húmedo del colegio y a su vez el mas frío, ya que las papas había que lavarlas en unas fuentes enormes, cuya agua se botaba en el piso, donde trabajabamos para que el agua escurriera a una canal. Yo odiaba este trabajo, sobre todo porque nos revisaban las papas que pelábamos y las cáscaras que sacábamos. Si eran demaciado gruesas, al día siguiente, nos las servían junto con el almuerzo y pobre del que no se las comiera. El almuerzo era todo un ritual, rezábamos, el ángel y después silencio mientras comíamos, hasta haber terminado el primer y único plato, ahí nos autorizaban para hablar.
Algunos profesores comían en una meza ubicada en el centro, pero el menú era absolutamente diferente, nosotros un plato de porotos con papas, ellos, carne fideos, y otros guisos que nos hacían añorar las cazuelas de mi madre en el lejano campo.

Eso por ahora, mañana les cuento mas.

La historia de Pancho, Cap. I, Mi infancia

Estimados amigos, espero que les guste.

Me llamo Pancho del Sur, ya que soy puconino, nací en Pucón, pero no en la ciudad, sino no en la punta del cerro, en un lugar muy apartado cerca del volcán Villarrica. Mi infancia transcurrió entre ovejas, vacas y aves que mi madre criaba a todo campo.
Mi misión era cuidar los pavos, mientras pastaban lejos de la casa y llevarlos de vuelta, encerrar las ovejas y el ternero de la vaca que al día siguiente ordeñaría mi madre, para el consumo de la casa, para hacer mantequilla y de vez en cuando dulce de leche, que me encantaba.
Fui hijo único, pero tuve la suerte de tener un primo, cinco años mayor que yo, que de vez en cuando me acompañaba, ya que él, iba al colegio y en vacaciones ayudaba en los quehaceres del campo.
Mi vida en mis primeros años transcurrió, entre cerros, esteros, ríos, y animales domésticos, hasta que mis padres se dieron cuenta que ya tenía diez años y no había ido al colegio y eso cambió sustancialmente mi vida.
El colegio mas cercano, digo colegio, era sólo una escuelita de campo, con un sólo profesor que hacía clases a todos los niños de distintas edades y hasta cuarto básico, me acuerdo su nombre el Maestro Medina o el Sr. Medina, quedaba según decían a dos leguas de mi casa, hoy unos siete kilómetros. Bajar del cerro era una maravilla, mi primo que estaba en cuarto, se sabía todos recodos para hacer mas corto el camino y bajábamos a campo traviesa, descalzo, ya que nos compraban un sólo par de zapatos al año y debíamos cuidarlos. Cerca de la escuela en un estero, nos lavábamos los pies y nos poníamos los zapatos, para entrar a clases.
Ahora el regreso era el difícil, siete kilómetros de pura subida, para un niño de diez años, era mucho. Mi primo cuando no podía ya caminar, me tomaba al apa y me ayudaba un poco, pero al llegar a la casa, ni siquiera podía comer del cansancio y muchas veces me dormía me inmediato.
Era un suplicio tener que ir al colegió y saber que debíamos volver.
Así empieza mi historia, después le contaré mas.