En una semana, tenía definido mi destino, sería oficial de Carabineros. Como me crié en el campo y como mi padre era muy estricto, adaptarme a la disciplina de la Escuela de Carabineros, me costó muy poco. No fui muy bueno para estudiar, pero aprobé las materias sin grandes dificultades, me destaqué en gimnasia y equitación, ya que practica mente había nacido sobre un caballo, años mas tarde representaría a la Institución en esa disciplina deportiva.
En Santiago no conocía a nadie del sexo opuesto, así que pasé todo el tiempo sin pololear, hasta que llegó la ceremonia de egreso de los oficiales nuevos y nos obligaron a concurrir a la fiesta de gala con nuestras respectivas pololas. Yo, como no tenía polola a quién podía invitar para que me acompañara a la fiesta, era mi gran problema. Mi apoderado, me contactó con una niña que trabajaba con él en el Hospital. Esa sería mi compañera para la fiesta.
Llegó el día esperado, yo no conocía a mi acompañante, ya que sólo había hablado por teléfono con ella y habíamos acordado juntarnos a una hora determinada para llegar al baile. Llegó la hora y mi compañera no aparecía, hasta que muy avanzada la noche, llega en un taxi, pero ya no era hora de llegar, pues todos se darían cuenta de mi atraso a ese mi primer compromiso social. Decidimos no ir. Me pareció bastante bonita, mucho mejor de lo que hubiera imaginado y mas despierta que todas las niñas que había conocido en el Sur. Tampoco yo le resulté indiferente y a poco andar iniciamos un romance, que terminó en matrimonio años mas tarde, y quién sería la madre de mis tres hijos mayores.
Suerte la mía, vino mi graduación y me destinaron a la comuna de San Miguel, a pocas cuadras del domicilio de mi polola, así que en mi vida sentimental no hubo mayores cambios, hasta que en el año 73 contraje matrimonio.
Mi vida institucional, se desarrolló sin mayores contratiempos, fui muy disciplinado, eso me ayudó mucho, ya que rápidamente me destaqué por esa cualidad entre mis compañeros de trabajo y fue así como me destinaron como jefe de destacamento, al sur del país.
Ya como capitán y con varios años de servicio, mi vida matrimonial, que no era compatible con las exigencias de la institución empezó a flaquear. Desgraciadamente me había dedicado por estero a mi trabajo, descuidando mi relación de pareja, lo que finalmente termina por la separación.
En esas circunstancias, se me ofrece una beca al exterior y nuevamente el destino me puso a la misma persona que me recibió cuando ingresé a la Institución, ya que con un puesto muy importante en alto mando institucional, decidiría nuevamente mi destino. Se me concedió la beca, viajé a Europa y aquí tuve la suerte de conocer otra mujer que me marcó para siempre y que será motivo de otra historia.
En Santiago no conocía a nadie del sexo opuesto, así que pasé todo el tiempo sin pololear, hasta que llegó la ceremonia de egreso de los oficiales nuevos y nos obligaron a concurrir a la fiesta de gala con nuestras respectivas pololas. Yo, como no tenía polola a quién podía invitar para que me acompañara a la fiesta, era mi gran problema. Mi apoderado, me contactó con una niña que trabajaba con él en el Hospital. Esa sería mi compañera para la fiesta.
Llegó el día esperado, yo no conocía a mi acompañante, ya que sólo había hablado por teléfono con ella y habíamos acordado juntarnos a una hora determinada para llegar al baile. Llegó la hora y mi compañera no aparecía, hasta que muy avanzada la noche, llega en un taxi, pero ya no era hora de llegar, pues todos se darían cuenta de mi atraso a ese mi primer compromiso social. Decidimos no ir. Me pareció bastante bonita, mucho mejor de lo que hubiera imaginado y mas despierta que todas las niñas que había conocido en el Sur. Tampoco yo le resulté indiferente y a poco andar iniciamos un romance, que terminó en matrimonio años mas tarde, y quién sería la madre de mis tres hijos mayores.
Suerte la mía, vino mi graduación y me destinaron a la comuna de San Miguel, a pocas cuadras del domicilio de mi polola, así que en mi vida sentimental no hubo mayores cambios, hasta que en el año 73 contraje matrimonio.
Mi vida institucional, se desarrolló sin mayores contratiempos, fui muy disciplinado, eso me ayudó mucho, ya que rápidamente me destaqué por esa cualidad entre mis compañeros de trabajo y fue así como me destinaron como jefe de destacamento, al sur del país.
Ya como capitán y con varios años de servicio, mi vida matrimonial, que no era compatible con las exigencias de la institución empezó a flaquear. Desgraciadamente me había dedicado por estero a mi trabajo, descuidando mi relación de pareja, lo que finalmente termina por la separación.
En esas circunstancias, se me ofrece una beca al exterior y nuevamente el destino me puso a la misma persona que me recibió cuando ingresé a la Institución, ya que con un puesto muy importante en alto mando institucional, decidiría nuevamente mi destino. Se me concedió la beca, viajé a Europa y aquí tuve la suerte de conocer otra mujer que me marcó para siempre y que será motivo de otra historia.
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