Quién lo diría, apenas conocía Pucón, luego Villarrica, Santiago, y ahora estaba en España, la entrada a Europa. A mi llegada a Madrid, se me pasó toda mi vida por la mente, el lugar tan inhóspito donde nací, mi vida con los animales, el campo, las caminatas a pié para ir al colegio y ahora la vida me daba la oportunidad de conocer otro mundo. Luego tendría una audiencia especial en que saludaríamos al Rey de España. De donde la sacaste Puconino, diría un lolo de esta época. Pero la vida es así, hay que tomarla y agradecer las oportunidades que nos da.
Tenía vida de internado, desde las 9.00 hrs. del día lunes hasta las 18.00 horas del día viernes, después podíamos viajar a distintas partes.
Los becarios, teníamos una amiga española que nos recibía en su casa los fines de semana y por lo general el primer tiempo y sin conocer mucho, casi todos la frecuentaban. Era una bondadosa dama de sociedad española, que se había encariñado con Chile y atendiendo a los becarios retribuía las atenciones recibidas en nuestro país.
Recuerdo que un día domingo y habiendo pasado unos seis meses de mi llegada a ese país, en el almuerzo que compartíamos con los hijos y familiares mas cercanos de esta dama, me tocó sentarme enfrente, de una distinguida señora, de un treinta y cinco años, yo tenía como 32. Ella de inmediato reparó en mí y empezamos a conversar, llegaron los postres, el café, los bajativos y nosotros sin pararnos de meza seguíamos conversando. Yo estaba encantado, me gustaba mucho oírla hablar, con el acento de los españoles, además de que era muy hermosa. En un momento, miramos la hora y eran aproximadamente las cinco de la tarde, todos demás comensales se habían levantado y ya no quedaba nadie en el comedor. Ahí de inmediato me dí cuenta, que esta mujer era lo que siempre había buscado, elegante, distinguida, inteligente, estupenda, con una tremenda personalidad, muy segura de si misma.
Me contó que vivía cerca de Barcelona y que tenía dos hijos y se encontraba divorciada. Lo sabía todo, para que mas. Como las española son directas, antes de despedirnos me invitó a que la visitara en próximo fin de semana en Barcelona. Por supuesto dije yo ahí estaré, no podía dejar de pasar esa tremenda oportunidad.
Llegó por fin el día, alrededor de la medianoche tomé el tren a Barcelona, llegando de madrugada. Por supuesto, me esperaban en el anden.
Me llevó a su casa, y a media mañana recorrimos el lugar donde vivia un pueblo pequeño distante unos sesenta kms. de Barcelona. Ese día yo estaba en las nubes, mi anfitriona se esmeraba en atenderme, almorzamos en una restaurante ubicado a un costado de una carretera, muy típico y luego volvimos a su casa, yo a todo esto, no sabía como había que tratar a las españolas y se me pasaban mil cosas por la cabeza, pero no me atrevía ni siquiera a insinuar nada, era demaciado mina para mi, pobre Pancho del Sur. Llegó la tarde del sábado y caía la noche. En verano la brisa era fresca y había bajado un poco el calor. Me llevó en auto hasta un mirador desde donde se divisaba las luces de Barcelona y todo el pueblo donde ella vivia. Ella estaba muy fresca, vestía una batita de una tela muy delgada que se le apegaba al cuerpo, dejando ver, un tremendo cuero, como decimos los chilenos. Yo temblaba de ganas de tocarla, pero no me atrevía, hacía movimiento tratatando como en un descuido rozar partes de sus muslos que ella hbía dejado al desnudo, ya que había puestos sus piernas dobladas sobre el asiento y volvió hacia mi, para conversar. A esa altura, ya no me interesaba el paisaje, sólo mirarle las piernas y lo que dejaba ver su escote, pero estaba como paralogizado, no me atrevía a nada. En resumen, Pancho no atinaba.
Llegaron otros autos y me dí cuenta que era un lugar para pololear, pero nada de nada. Una y dos horas y yo ahí, inmóvil, hasta que en un momento, ella reacciona mi dice "Juan Francisco, coño, tiendeme en la hierba y cógeme" Ahí por fin reaccioné, y eché afuera todo lo que tenía guardado desde hacía seis meses. El domingo no nos levantamos, nada mas que para llegar a la estación de trenes y volver a Madrid. Pancho por fin pudo apechugar, y quedó bien parado, según supe después, ya que este romance se mantendria por muchos años, aún después de mi vuelta a Chile, país que ella conoció, en mi compañía. ¿Que les pareció esa?, cachetón no.
Tenía vida de internado, desde las 9.00 hrs. del día lunes hasta las 18.00 horas del día viernes, después podíamos viajar a distintas partes.
Los becarios, teníamos una amiga española que nos recibía en su casa los fines de semana y por lo general el primer tiempo y sin conocer mucho, casi todos la frecuentaban. Era una bondadosa dama de sociedad española, que se había encariñado con Chile y atendiendo a los becarios retribuía las atenciones recibidas en nuestro país.
Recuerdo que un día domingo y habiendo pasado unos seis meses de mi llegada a ese país, en el almuerzo que compartíamos con los hijos y familiares mas cercanos de esta dama, me tocó sentarme enfrente, de una distinguida señora, de un treinta y cinco años, yo tenía como 32. Ella de inmediato reparó en mí y empezamos a conversar, llegaron los postres, el café, los bajativos y nosotros sin pararnos de meza seguíamos conversando. Yo estaba encantado, me gustaba mucho oírla hablar, con el acento de los españoles, además de que era muy hermosa. En un momento, miramos la hora y eran aproximadamente las cinco de la tarde, todos demás comensales se habían levantado y ya no quedaba nadie en el comedor. Ahí de inmediato me dí cuenta, que esta mujer era lo que siempre había buscado, elegante, distinguida, inteligente, estupenda, con una tremenda personalidad, muy segura de si misma.
Me contó que vivía cerca de Barcelona y que tenía dos hijos y se encontraba divorciada. Lo sabía todo, para que mas. Como las española son directas, antes de despedirnos me invitó a que la visitara en próximo fin de semana en Barcelona. Por supuesto dije yo ahí estaré, no podía dejar de pasar esa tremenda oportunidad.
Llegó por fin el día, alrededor de la medianoche tomé el tren a Barcelona, llegando de madrugada. Por supuesto, me esperaban en el anden.
Me llevó a su casa, y a media mañana recorrimos el lugar donde vivia un pueblo pequeño distante unos sesenta kms. de Barcelona. Ese día yo estaba en las nubes, mi anfitriona se esmeraba en atenderme, almorzamos en una restaurante ubicado a un costado de una carretera, muy típico y luego volvimos a su casa, yo a todo esto, no sabía como había que tratar a las españolas y se me pasaban mil cosas por la cabeza, pero no me atrevía ni siquiera a insinuar nada, era demaciado mina para mi, pobre Pancho del Sur. Llegó la tarde del sábado y caía la noche. En verano la brisa era fresca y había bajado un poco el calor. Me llevó en auto hasta un mirador desde donde se divisaba las luces de Barcelona y todo el pueblo donde ella vivia. Ella estaba muy fresca, vestía una batita de una tela muy delgada que se le apegaba al cuerpo, dejando ver, un tremendo cuero, como decimos los chilenos. Yo temblaba de ganas de tocarla, pero no me atrevía, hacía movimiento tratatando como en un descuido rozar partes de sus muslos que ella hbía dejado al desnudo, ya que había puestos sus piernas dobladas sobre el asiento y volvió hacia mi, para conversar. A esa altura, ya no me interesaba el paisaje, sólo mirarle las piernas y lo que dejaba ver su escote, pero estaba como paralogizado, no me atrevía a nada. En resumen, Pancho no atinaba.
Llegaron otros autos y me dí cuenta que era un lugar para pololear, pero nada de nada. Una y dos horas y yo ahí, inmóvil, hasta que en un momento, ella reacciona mi dice "Juan Francisco, coño, tiendeme en la hierba y cógeme" Ahí por fin reaccioné, y eché afuera todo lo que tenía guardado desde hacía seis meses. El domingo no nos levantamos, nada mas que para llegar a la estación de trenes y volver a Madrid. Pancho por fin pudo apechugar, y quedó bien parado, según supe después, ya que este romance se mantendria por muchos años, aún después de mi vuelta a Chile, país que ella conoció, en mi compañía. ¿Que les pareció esa?, cachetón no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario